5.15.2013

Un deseo

Recuerdo perfectamente aquel día como si fuese ayer; me pillé un señor berrinche por que no iba a obtener lo que llevaba deseando meses para navidad. Yo sabia a la corta edad de 6 años que Papa Noel, no existía, ni el ratoncito Pérez, ni los Reyes Magos, quizás por que mis padres no se empeñaban mucho a la hora de esconder los regalos y ya sabia con mucha antelación lo que ellos habían comprado y tratado de ocultar, sin éxito. 


Debido a que la situación económica no era tan buena, sabia que ese año me podría tocar cualquier cosa, menos lo que ansiaba tanto: un tiranosaurio Rex, el padre y amo de los dinosaurios, el mas fuerte de todos. Nunca me explicaba el porqué de sus brazos diminutos, debido a eso, nunca podría escribir, o rascarse la espalda, cosas de niños. Pero que fue recompensado con un feroz apetito y mas aun, un potente gruñido. 

El esperado día llego, y por supuesto me regalaron un balón, ropa, calcetines y un pijama de mis abuelos. El berrinche también llego, pero luego al ver la mirada cabizbaja de mis padres, me di cuenta, que de ser por ellos, me hubiesen regalado aquel dinosaurio que vi en la vitrina de la juguetería, al lado de mi casa. Mi madre me decía, tratando de consolarme, que era una niña afortunada, porque otros apenas tienen regalos ese día. Así poco a poco el berrinche se me fue pasando, tratando de pensar que con suerte algún día tendría mi tiranosaurio Rex. 

Pasaron unos días ya después de navidad, no entendía el porqué, mi padre seguía en casa y no en su trabajo. Él me decía que tenia unas vacaciones y que así lo pasaríamos juntos, jugando y que como había trabajado tan duro en su empresa, esta le daba semejante recompensa: Yo feliz por que él estaba de vacaciones de navidad y lo tenia tan cerca en casa jugando conmigo, llevándome al parque, practicando baloncesto, fueron unas bonitas vacaciones. 

Un día antes de empezar las clases, que con la alegría de tener a mi padre al lado, todos los días de vacaciones se me habían pasado, me di cuenta que quizás a el también se le acababan las suyas y ya no volveríamos a estar juntos tanto tiempo; volveríamos a la rutina de siempre. Él volvería a casa alrededor de las 8 para cenar, miraría un poco la televisión, me revisaría los deberes y se iría a la cama. Así un día tras otro. 

Entonces antes de irme a dormir, me arrodille al lado de mi cama y le pedí a Dios que por favor mi padre se quedara conmigo siempre, y que tuviese mas vacaciones, así yo seria la que disfrutaría con él y que nunca se acabara. 

Cuál fue mi sorpresa, que al salir de clase, estaba mi padre esperándome con una gran sonrisa para llevarme a casa, ya que mi madre no podía por que estaba con su hermana ayudándola con su trabajo, al menos eso creo recordar. Yo salí escopetada, rumbo a sus brazos. Esa noche me arrodillé de nuevo al lado de mi cama y le di las gracias a Dios por haberme concedido mi deseo. 

Y toda esa semana fue así, mi padre recogiéndome, ayudándome con los deberes, saliendo al parque que teníamos cerca de mi casa, pero de vez en cuando, el se quedaba sentado en el sofá, pensativo, con la cabeza baja y yo me preguntaba que le pasaba. Un día de esos que lo vi así, se lo dije: Papá ¿Qué te pasa?, estas triste. Ya no quieres jugar conmigo. A lo que el respondió: No hija, no me pasa nada, solo que estoy cansado, de jugar tanto. Todo con una sonrisa en la cara; así paso un mes. Mi madre seguía sin irme a buscar al colegio, por que seguía ayudando a su hermana. 

Pero una noche, me desperté por que había tenido una pesadilla, el dinosaurio que tanto quería, apareció en mis sueños, yo lo tenia en los brazos, con un lazo rojo en el cuello. Pero mi sorpresa fue que cuando le moví los diminutos brazos que tenia, se convirtió en un montón de polvo. Así que sigilosamente, me fui al cuarto de mis padres, esperando a que me consolaran, por tan mala pesadilla. 

La puerta de su dormitorio no estaba cerrada así que empuje, con cierto temor a despertarlos, pero escuche que mi madre le decía a mi padre: No te preocupes, ya veras como consigues un trabajo, mientras tanto mi hermana nos echa una mano, yo le ayudo a vender y ella me paga lo que buenamente puede. Así que tranquilo, que saldremos de esta, sonríe tonto. Y vi a mi padre muy triste, pero al decirle mi madre la palabra “sonríe”, él le ofreció una calida y maravillosa sonrisa, como nunca antes le había visto, entonces se abrazaron y mi madre me vio con el rabillo del ojo, que yo estaba asomada a la puerta del dormitorio. Solo me ofreció otra sonrisa, seguida de un guiño. 

Cuidadosamente me fui hacia mi habitación, me senté sobre la cama esperando a mi madre, porque estaba segura de que vendría a verme y así fue. Vino se sentó al lado mío, y me dijo: Ahora ya sabes por que Papá estaba en casa, pero tu tranquila que él esta buscando otro trabajo. Mientras tanto, descansa y se divierte mucho jugando contigo. Y mira que lo pasáis bien, eh?. Yo algo cabizbaja, le dije: Es mi culpa, mamá. Yo le pedí a Dios que le diera unas largas vacaciones para que se quede jugando conmigo y no se vaya de casa, es por mi culpa. Y rompí a llorar. Mi madre me abrazo y me dijo: No pasa nada hija, tu solo querías estar mas tiempo con él, ahora te cuento un cuento y a la cama, que si no sí que me enfado. Me abrazo, me reconforto tanto que ya a medio cuento dormida me encontraba. 

Al día siguiente me desperté temprano y me fui a levantar a mi padre, con un gran beso y un enorme abrazo. Ese día todo fue igual, salvo por que yo esperaba impacientemente la noche, ya que solo quería pedir en mi oración que mi padre ya no estuviera de vacaciones. Y así lo hice, cuando después de cenar, me lave los dientes y a la cama directa que fui. 

Con todo mi corazón le pedí a Dios, que olvidara mis anteriores deseos y que ayudara a mi padre, él se lo merecía, era una persona tan buena y alegre que necesitaba verle feliz, aunque volviera todo a ser como antes. 

Después de dos días todo estaba igual, pero yo seguía pidiendo por mi padre, diciendo que insistiría, hasta que el encuentre algo.


Un día saliendo del colegio, vi a mis padres esperándome en la puerta del colegio, con una gran sonrisa. Yo estaba feliz, qué mas quería que los dos viniesen juntos a recogerme. Ese día nos fuimos al parque y a tomar helado, mi madre uno Light ya que siempre se cuidaba, yo no entendía el porqué, lo cual ahora hago. 

Ya eran las 8 de la tarde, aun estaba claro el día y llegamos a casa, nos sentamos en el sofá los tres y mi padre me dijo: Lo siento nena, pero mañana ya no podré recogerte al salir del cole, ira mamá en mi lugar. Yo salte de alegría y mi padre algo sorprendido me dijo: ¿Pero tanto te alegras que ya no vaya? pensé que lo pasábamos bien ¿no?. Y yo le dije: Yo siempre me lo paso bien contigo papá, pero ahora hay que cambiar, así mamá tampoco se aburre y podré jugar con ella a las muñecas. El empezó a reír a carcajadas y mi madre le siguió después. 

Ya el siguiente día él no estaba en casa, pero no volvió tan tarde, llegó una hora antes, jugó conmigo un poco y yo le hice un té para que se relajara, le dio un sorbo y me dijo: Gracias, por pedir que mis vacaciones de acabaran; pero no te preocupes ahora en mi nuevo trabajo salgo siempre antes y jugaremos un poco, siempre y cuando hagas los deberes. Yo, simplemente, sonreí. 

Al final del mes, esperando que mi padre que viniese del trabajo, llegó aun más contento que lo habitual y traía consigo un paquete envuelto en papel de regalo. No era mi cumpleaños, me lo dio sin decir una palabra, lo abrí y ahí estaba… mi dinosaurio.

5.13.2013

Sale el sol


Tuve un día gris. Solo quería coger un tren sin importar el destino (quien pensaría que iría desde Madrid a Segovia y un lunes). Pero sin lugar a duda el trayecto me vino bien, sentada al lado de la ventana, me di cuenta que mientras salía de la estación podía ver los hermosos paisajes. Y conforme avanzábamos y el día se tornaba mas claro, despejado, hasta salió un rayo sol, entonces me di cuenta que todo puede mejorar y que un día malo siempre tiene su final.